Recuerdos: 2009/2010
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Exhumando los huesos del pasado
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Aquellos días de atascos por las arterias que dan vida y muerte a la metrópoli. Aquellos días camuflada entre las demás reses del gran rebaño, buscando el trayecto más corto por los subsuelos de Madrid. Aquellos días a contrarreloj, aquellos minutos de más o de menos que hacían germinar el odio y el rechazo en los peces gordos del todopoderoso vivero, aquellas cínicas cartas destinadas a los más señores nuestros que osaban pasarse por el forro las normas del campo de exterminio.
Tal vez por la inactividad, hoy me arrastro al pasado y me asomo a aquellos recuerdos esbozados con tinta indeleble en mi mente. Parece que oigo mi propia risa coreada por los gritos de los loros, por el susurro del agua de las baterías, por el canto de los grillos.
Aquellos soliloquios de la dama que inventó la tristeza y el descontento hacia el mundo, aquella que dio de mamar a su esbirro la leche de la amargura. El acecho de los monstruos con tres ojos. El rececho, el saludo, el sigilo, la sonrisa, la puñalada. Caracol, caracol, cuchillo.
Tabaco, bonsáis, risas; el ronquido del motor de una moto, interpretación, disimulo, más risas. Una boina, un casco rallado, un teléfono sonando inquisidor, una retahíla de disculpas y una reprimenda hueca e irrisoria. La promesa de una barbacoa, los veinte minutos: el descanso del guerrero.
Dos años atrás, la mente vuela y enciende mi mirada, ensancha mi sonrisa. Fueron tiempos difíciles, extraños, pero buenos, dignos de recordar.
El quejido voceado del poeta; cadáveres flotando, bayetas negras, depósitos vacíos. Zambullidas en el estanque, indignación, ropa húmeda y lágrimas de risa. Aloe Vera, sustos de muerte, quemaduras de agua hirviendo, bichos palos. Ombligos de algodón, pezones de orquídea, moscas cojoneras, más risas. Gran poeta observador de garzas, odas a una higuera, dolor por el desapego de un cuervo obsesionado con sus propios ojos. Te echo de menos.
Lobo con piel de cordero. Ojos verdes, mueca afable. Chiste fácil, comentario soez. ¿Maldad? ¿Quién soy yo para juzgar? Inteligente, astuto como la zorra que intentó comerse las uvas, uvas pasas hoy, con plumas negras y graznido metálico. Aullido vano, oídos sordos.
Dos años atrás. Tan distinta y tan parecida. Tan inestable y tan cuerda. Relocos y recuerdos.
Música por las mañanas. Como un burro amarrado a la puerta del baile. Paréntesis de humo en la trastienda. Huidas de iguanas, capturas imposibles de olvidar. Mentor de sabiduría eterna y sonrisa resplandeciente. Artista encarcelado de alma libre. Conversaciones telefónicas, reptiles y seda. Bromas pesadas, sonrisas y lágrimas. Mi secuaz, mi amigo, mi incondicional condicionado.
El Gran Santiago que no encuentra su Camino. Risas, confesiones, buenos momentos. Sensibilidad y buen humor. La implacable Carmen, Josefina y el Imbécil. Aquel verano: la fugaz Pepa. Alberto. Juan. Los archienemigos: la Zorra y sus adeptos; la de las bragas de diseño; el mamarracho que aullaba “Roxanne” en la intimidad y jugaba a ser un semidiós; el decrépito que rugía “¡Nos desvalijan!”…




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Gracias a ti Tammy.
Vaya tropa, donde quedaron las alcohólicadas
vaya imagen... en el recuerdo de todos, sobre todo de algunos, jejeje y hasta ahí puedo leer
Bueno, pues entonces solo...
Todo aquello allí lo dejaste.
El recuerdo no se quiso quedar, se vino conmigo.
El recuerdo, la gota aislada en un océano oscuro, en calma. Al acantilado se aproxima, se arremolinan y surge la ola. Ola potente, recia y altiva que rompe contra la roca.
Brota el recuerdo y trae consigo su estela, irrumpe en la memoria y me empuja a erosionar la mente de los recordados.
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