Comida (de olla) de Año Nuevo
Sin ajustarme a ningún patrón estético, sin enredarme en la retórica, sin buscar la rima fácil. Prefiero una comida sencilla de Año Nuevo. Una sobremesa conmigo misma. Para mí, para ti, para los dos.
Me parece increíble como desarmaste mi timidez, con aquella llamada que pretendía ser un "Hola, ¿qué tal?" y se convirtió en una hora hablando sobre cosas que no importan pero que rompen el hielo. Recuerdo el banco donde me esperaste aquel 24 de julio, te recuerdo a ti con tu camiseta de los "Rolling Stone" y mi incapacidad de hablar y mirarte a los ojos a la vez. Aquel sprint hacia nuestra roca, nuestro río... y de pronto tus dedos sobre mi hombro. Nuestro primer beso, que paró el mundo. ¿Nos conoceremos de otras vidas y no lo recuerdo? - pensé de camino a casa. No podíamos dejar de besarnos. Aquella sensación casi infantil de no poder dejar de comer una chuche que acabas de descubrir. Bautizamos un callejón. No podía dejar de pensar en ti. Un año y medio después sigo con la misma sensación. He sido tan afortunada que a penas he sido consciente hasta estos días.
Semanas sin vernos, con la brisa del mar a mi favor. Degustando aquella espera con ansias de querer comerme el mundo a tu lado, de descubrirte poco a poco, de desnudarte en un abrir y cerrar de ojos, de quererte por encima del bien y del mal. Entonces pensaba que sería incapaz de echarte más de menos que en aquel momento. Me equivocaba. Esta nueva espera me demuestra lo contrario. No es suave como aquella; es áspera, sin contemplaciones, tanto que a veces se disfraza de un adiós definitivo. Me cuesta discernir la realidad.
Aquel descampado, aquella cancha de baloncesto, aquel banco, aquel charco con ranas... aquellas noches de verano hablando sobre el cosmos que tanto me ha aterrado y tanto me atrae ahora. ¡Vayámonos a Marte en tu nave espacial! -me dijiste una noche mirando las estrellas en aquel rincón donde sacábamos a los perros. Yo sólo pude ofrecerte un colchón que arrojar al suelo y una manta adicional para cubrir tus pies. Aún así era feliz porque, aun sin tener nada lo tenía todo. Ahora lo comprendo. Jubilamos aquel colchón por uno donde tuvieran cabida nuestros sueños y elegimos el edredón que en más de una ocasión nos hizo esperar en una lavandería. Aquellas esperas... también las echo de menos. Echo de menos jugar con tu ombligo, incluso con aquello ponía a juego tu paciencia. Echo de menos tu sonrisa mientras cerrabas los ojos y hundías la cabeza entre las almohadas. Qué a gusto estoy- musitabas y yo suspiraba pletórica. Una tableta de chocolate, pelis, series, humo compartido y otro despertar más a tu lado; siestas sin sueño y mucho amor... Lo tenía todo, no me daba cuenta.
Me abriste nuevos campos musicales. Tú eres música y siempre lo serás. Un ritmo hasta ahora desconocido para mí, que aprendí a amar y apreciar, incluso a intentar descomponer en distintos sonidos para captar su esencia y su complejidad. Me encanta verte trabajar, abstraído del resto del mundo, agitando la cabeza, marcando el compás. Me encanta tu voz que tímidamente he logrado escuchar. Siento mi insistencia, pero sólo quería atreverme a cantar junto a ti por el simple placer de compartir ese momento. A mí también me gusta cantar cuando nadie me escucha; hacerme invisible cuando nadie me ve. Me pudieron las ganas de demasiado.
Conseguiste que creyera en mis capacidades, me inspiraste. La gente que me conoce siempre dijo que sacabas lo mejor de mí. Te lo agradecemos. Te dibujé de mil formas distintas. Habría inventado mil colores nuevos que colorearan el trasfondo de nuestra historia. Historias... historias de superhéroes imposibles y villanos entrañables, de carismáticos protagonistas con su propia galaxia, de magia cuántica, agujeros de gusano y saltos en el tiempo. Quiero ver la próxima de Star Wars contigo, esta vez invito yo. Incluso la historia del fiambre conservado en carbonita. Quiero ver tu cara mientras la ves, esos ojos y esos apretones nerviosos de brazo cuando el "hype" se hace insoportable, esos momentos me hacen disfrutar más que cualquier trama de ficción. Lo tenía todo en nuestro cine,incluso un zombie en la papelera tras los títulos de crédito.
Soñé con nuestras primeras vacaciones juntos. No podía faltar una playa con palmeras y la brisa cálida que tanto se echa a faltar en invierno. Una escapada a cualquier sitio donde sólo importáramos tú y yo durante dos o tres días. Pero durante los fines de semana lo tenía todo, todo eso y más. Sólo una ducha contigo me convertía en un delfín. Aprecio muchísimo el tiempo que me dedicaste, porque sé que el tiempo es algo que valoras por encima de muchas cosas y aún así te gustaba compartirlo conmigo.
Siendo honesta conmigo misma, sólo me queda la opción de esperar una vez más, de concederte lo único que me has pedido durante todo este tiempo. Disculpa mi torpeza. No sé cómo actuar, pero intento hacerlo lo mejor posible para que todo siga como siempre.
Te quiero, Alberto.
Tú tampoco lo dudes.
Tú tampoco lo dudes.