Paranoias: La línea

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  Suave, liviana, desganada se proyecta la luz sobre la cortina. Como si quisiera escapar por la ventana y ella la retuviera en casa, contra su propia voluntad.

  La observo. Se adhiere a la pared, mustia. Parece suplicarle a la regia cortina que la deje pasar, que la libere para poder conseguir al fin fundirse con la luz de la farola; potente y encandiladora, vista desde la perspectiva de la luz de una triste bombilla cubierta de polvo.

  Me enciendo un cigarro, mientras reparo en la línea.

  La vida está repleta de tenues líneas fronterizas que separan, que delimitan. El bien del mal. El sueño de la vigilia. El sentimiento del pensamiento. El pensamiento de la acción.... Y así innumerables líneas trazadas por la pluma de tinta indeleble e invisible de nuestra mente.

  Parece que nos empeñemos en separarlo todo. En analizarlo, catalogarlo y subdividirlo en partes, para poder comprender.

  Exhalo el humo. También lo observo. Él no marca fronteras, solo se contonea sinuoso, hasta que desaparece en el aire. Lo contrario de la línea que atrae mi atención, en esta triste habitación. La línea que separa la luz de la oscuridad, de la sombra.

  La oscuridad acecha bajo la cortina. Inmóvil. Persistente. La claridad se mantiene a su lado, serena. Parecen rozarse. Parecen atraerse sin llegar a fundirse. Irremediablemente trazo una de estas líneas. Involuntariamente las separo. Creo un muro invisible que las contiene.

  El cigarro en mis labios, se consume como el tiempo. Las cenizas del pasado caen en el suelo. Cierro los ojos y desmorono las fronteras. Me niego a separarlas.

  El bien y el mal se cohesionan, porque se ansían. El sueño y la vigilia galopan juntos. No distingo si vivo o sueño. El espeso humo se agolpa en el pensamiento y lo ensambla al sentimiento y a la acción. No existen normas. La magia, sí. Pasan los molinos a ser gigantes. Los imposibles mutan en realidad. La sombra y la luz se funden en una bella penumbra. Honda y hechizante. La imaginación supera a los conocimientos.

  Abro los ojos. La línea continúa allí. Suspiro y apago la luz. Ya no hay sombra. No hay fronteras.

  Sin luz no habrá jamás sombras. Sin el mal no existe el bien. Sin sueños no se puede hallar la realidad. Sin el pensamiento no estarían el sentimiento ni la acción, ya que no repararíamos en ello.



  No hay moraleja. No te empeñes en buscarla, ni en intentar sacar una enseñanza de todo esto.

  Tampoco en delimitar lo que te rodea con estas malditas líneas.

  Deja fluir la imaginación.

  Que se yergan los gigantes por los campos de Castilla.

  Que sea tu propia luz la que disipe la oscuridad de la vida. La luz y el calor del suspiro de un dragón que incendia los muros preestablecidos de todas las cosas.


  Abrete paso por el camino de los sueños.

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