En busca de la Primavera Longeva.
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Los pajaritos cantan, las nubes se levantan... reverbera el discordante canto de un gallo...En Mitad de la Nada siempre brillaba el sol, muchos eran los que aseguraban que allí se prolongaba una primavera infinita. Una primavera longeva, férrea y contundente que no consentía que la mácula del tiempo hiciera mella en su belleza.
En Mitad de la Nada, se alzaba hacia el cielo una casa azul; muchos eran los que la llamaban la Casa de los Ecos. Qué bella era su fachada bordada en jazmín, imponentes sus tejados plomizos de negra pizarra, infranqueables muros de piedra ... pero cuánto silencio albergaban sus frías estancias, sólo susurraban al amanecer los ecos de tiempos pasados.
- ¿Qué pasó con la señora de la noche y su arco monocromo? -rugía sin comprender nada- ¿qué te ocurre, Primavera?
La bestia se volvió hacia la única pared que permanecía intacta, tenía un único elemento como ornamento: un calendario; perdía sus hojas como un viejo roble cansado del asedio del verano. Tapizaban esas hojas el suelo, repletas de días que jamás volverían.
- ¿Qué hay de ti, Primavera? - musitó sin aire en los pulmones mientras veía caer la última de ellas.
Y al posarse sobre las demás, en la alfombra de papel y recuerdos,descendió leve un copo de nieve hasta descansar sobre el alfeizar de la ventana. A aquel copo le siguió otro, y otro, otro más. La bestia contemplaba con sus propios ojos a su primavera agonizante bajo el yugo de un manto de nieve.
- Se despide con fuerza la más longeva de todas...
Dicho aquello, se hizo un ovillo sobre el cadáver del calendario, sobre la evidencia del implacable Tiempo, y durmió lo que le parecieron siglos enteros.
Pajaritos cantan, las nubes se levantan... despertó el día y no se oyó el canto de un gallo.
Despertó la bestia aterida de frío, segundos después se asomó a la ventana atraída por un sonido que jamás había escuchado. Sobre la explanada blanca y esponjosa que rodeaba su casa azul, allá donde antes estaba el muro de piedra -dominios del imponente gallo- parloteaba un minúsculo ser de cuerpo rechoncho forrado con lo que parecía un frac.
- Mi prima Vera agoniza a golpe de martillo pilón, alrededor de su lecho se acumula la escarcha, tanta hay ya que son los pingüinos los que despiertan al sol - cantaba aquel extraño bicho una y otra vez como el que entona un réquiem.
La bestia no pudo disimular la sacudida de un escalofrío y se apartó de la ventana con un nudo en el estómago:
- Todo está del revés... las blancas nubes descansan en la tierra y en el cielo no hay soles que traigan de nuevo a mí aquella vida arrebatada... que me despojen de este frío que recorre mis entrañas... Estoy hambriento...
- Lánzale una daga... tienes otras tres por si fallas.
- ¿Cómo?
- Qué te cargues a ese bicho y te lo comas...
La bestia buscó a su sombra y la halló apoyada en el esqueleto del calendario.
- Ese ser no tiene la culpa de mi desdicha, ha venido con la nube. La única culpable es la prometedora Primavera...
Pese a que la bestia no había movido un solo músculo, la sombra se despegó de la pared y reptó por el suelo:
- Estaría cansada de contemplar estos parajes y escuchar tus alaridos, bestia. Se habrá ido a otros lares - dijo aquella silueta zaina con indolencia.
La bestia miró de nuevo por la ventana con la esperanza de ver algún atisbo, algún mensaje de su ansiada primavera, pero ni un solo pétalo manchaba la inmaculada blancura que rodeaba la casa.
- Desagradecida... Yo sólo existo si es en ella... El frío y el hambre me matarán.
La sombra apareció a su lado y se encogió de hombros. Aunque no tenía rostro que delatara su mirada, parecía contemplar aquello que aterraba a la bestia:
- ¿Y ella lo sabe?
- Nunca se lo dije - respondió la bestia con la voz apagada-. Lo daba por hecho.
- Damos demasiadas cosas por hecho...
Ambos seres guardaron silencio mientras contemplaban aquel extraño pero bello paisaje: las criaturas rechonchas del frac parecían multiplicarse bajo sus miradas, algún que otro oso desteñido recorría el horizonte helado y bultos blancos sobrevolaban el territorios emitiendo gritos metálicos.
- Este no es lugar para mí, sombra. Ya no cantan los pájaros ni zumban las abejas de flor en flor.
- Se marcharon con la Primavera. Ella se los llevó a otro lugar mejor - respondió la sombra mientras regresaba a la pared.
La bestia golpeó el trasto que tenía más cerca y lo hizo estallar en mil pedazos:
- ¿Y por qué no me llevó a mí con ella? - rugió.
- ¿Quién te querría a ti como compañero de viaje, amigo? - preguntó jocosa la sombra-. Mientras ella daba la vida a tu alrededor, mientras llenaba todo de dulces trinos, de fragantes perfumes... tú peleabas con tu propios demonios bajo el amparo de estos cuatro muros inertes.
- Pero...
- Ella se despedía y tú mientras destruías todo aquello que construisteis con esfuerzo.
Un estallido de astillas fue toda respuesta a aquellas amargas y certeras palabras.
- ¡La culpa de todo la tiene ese jodido calendario! - pudo vocalizar al fin la bestia.
Un estallido de carcajadas invadió toda la casa. Cabe decir que la risa de una sombra viva es quizá uno de los sonidos más difíciles de oír en este mundo. Es fácil reírse de tu propia sombra pero que ella se ría de ti... Era un sonido eléctrico, como el maullido de una golondrina sumergida en éter.
La bestia le lanzó una mirada incisiva conteniendo sus instintos de perseguirla por todas y cada una de las paredes de aquella casa:
- ¿De qué te ríes?
- De ti, por supuesto. Tu estupidez no parece tener límites, bestia - antes de que la bestia pudiera rebatirle prosiguió-. Ese calendario era la forma de decirte que se marchaba; era su nota de despedida.
- ¡Tú no sabes nada!
Otro maullido estridente y acuoso:
- Yo lo sé todo. Soy parte de ti, y con eso de ella. Ese calendario se mantuvo intacto durante siglos, necio. ¿No te preguntaste por qué diablos comenzó a perder sus hojas?
La bestia enmudeció. Apretando los puños se volvió hacia el suelo enmoquetado de hojas grabadas con números y tragó saliva comprendiéndolo todo:
- Era una cuenta atrás...
Se arrojó al suelo recogiendo todas aquellas hojas, todos aquellos días, todos aquellos recuerdos que, para combatir aquel frío que atenazaba su cuerpo, había pensado en quemar.
La sombra se agachó junto a la bestia:
- ¿Se puede saber qué haces ahora?
- Recomponer el calendario. Tal vez así ella regrese.
- ¡Buen intento, socio! Pero eso sería tarea imposible; tanto como intentar remendar el pasado.
La bestia cerró los párpados siendo consciente de su ingenuidad:
- ¿Y qué propones?
Pese a que la sombra no tenía rasgo alguno ni nada que se le asemejara, cualquier observador algo avezado hubiera intuido una amplia e inteligente sonrisa:
- Sal en su busca.

(Continuará)




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