Micro relato: Pacto entre guerreros
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Y regresó el Koi a las aguas turbulentas del Huang Ho, pero lejos de continuar su largo viaje contra la corriente para alcanzar la Puerta del Dragón, se quedó inmóvil bajo la sombra del guerrero samurai. Sus vivos colores se tornaron al gris más austero y triste, ya no era más que una carpa vulgar con retazos de recuerdos de un pasado mejor.
Probablemente fuera el único koi de aquel curso del río, de ahí, la persistencia de aquel que le contemplaba sentado en la orilla. Para un observador poco entrenado, solo parecía un vagabundo ataviado con harapos que discurría el modo de hacerse con aquella carpa para aplacar su hambre, pero la realidad no siempre es aquello que se muestra ante nuestros ojos: aquel hombre era el más letal de toda China y todo sabio le admiraba y temía a partes iguales. Su única compañera de viaje era la soledad, nadie conocía el sonido de su voz, pero todos distinguían el fuego del guerrero en su mirada. Un enorme kasa tejido con bambú ocultaba dos tercios de su alargado rostro y le protegía del sol y de las miradas indiscretas de los demás pescadores. Su katana envainada descansaba sobre la hierba mientras dos mariposas revoloteaban a su alrededor, atraídas por su oscura magia.
El Samurai había osado tratar a una noble koi como una carpa común, lanzándole un cebo y arrastrando su cuerpo hasta la orilla con el sedal. Siendo consciente de su error, la devolvió al río y suplicaba su perdón en silencio, bajo el sol abrasador. Los demás pececillos le observaban desde el fondo, desconfiados; pero la gran carpa emergió hasta la superficie.
- Disculpadme Koi, por osar confudiros con una vulgar carpa - Se disculpó el Samurai-. Cuando el sol iluminó vuestras escamas, contemplé la belleza del arcoiris en mis manos. Justo en ese momento fui consciente de vuestro destino.
La Koi le contemplaba en silencio.
- Ahora vuestro deber es remontar el Huang Ho y atravesar La Puerta del Dragón - dijo entristecido-. Admiro vuestra perseverancia.Todos los samurais de periodo Muromachi deseaban vuestra valentía. Yo no soy menos - hizo una pausa-. Proseguid vuestro duro viaje.
El Samurai alargó una mano, posandola sobre la superficie. La koi se acercó a ella, rozandola levemente con sus largos bigotes.
- Yo os envidio a vos, por ser capaz de respirar sin necesidad de estar en el agua - confesó la carpa-. Os envidio por ser capaz de sostener una katana y blandirla contra el mal bajo la luz del sol. Ambos somos guerreros, solo que de mundos diferentes.
La Koi se separó de él y se encaró hacia la cascada.
- Acompañadme hasta La Puerta del Dragón, haced gala de la valentía de un samurai y continuad a mi lado. El destino nos recompensará a ambos.
El Samurai meditó sus palabras. Sabía que en aquellas tierras abundaba el peligro tras cada roca, tras cada árbol. Tal vez las palabras de aquel ser no eran más que un engaño de la sagaz muerte. Aun así, se levantó y recogió su katana con la intención de acompañar a la koi en su viaje sin apartarse jamás de la orilla.
La Koi se dejó llevar por la fuerza de la corriente, se detuvo y nadó con fuerza hacia la casacada. Sus colores volvieron a ella cuando al saltar, el sol acarició sus húmedas escamas. Consiguió llegar a lo alto del salto de agua, exhausta. El samurai, recorría la misma distancia corriendo por la linde del Huang Ho, incansable.
Y así pasaron los largos días, con sus soles y sus lunas. Con la agresividad del agua en contra de la guerrera Koi y las adversidades y sanguinarios asesinos, en contra del guerrero Samurai.
Cuando todo parecía perdido, las fuerzas flaqueaban y las mortales heridas del Samurai casi le impedían seguir avanzando, apareció frente a la Koi la gran cascada final: La Puerta del Dragón. Justo en el mismo momento que el pez saltaba para salvar la cascada, el samurai se lanzaba al agua para acabar su vida junto a ella, pues sabía que aquel era el fin destinado para él. Ambos se rozaron en la base de la cascada y atravesaron a un tiempo La Puerta. Sus esencias se fundieron en uno solo: Un solo pensamiento; un solo corazón.
De pronto la calma.
Y fue en aquel preciso instante, cuando un enorme dragón dorado surgió de las aguas, aleteó con fuerza hasta abandonar el Hoang Ho y surcó los cielos, triunfal.
El destino había rencompensado a ambos guerreros con la gloria. Ambos respiraban el aire fragante de la flor del cerezo, convertidos en la criatura dotada con la más suma valentía y coraje de toda China.
Rugió con ímpetu y desapareció entre las nubes.
Cuenta una leyenda ancestral china que, una carpa que vio la cima de una montaña, decidió alcanzarla. Nadó río arriba, escalando rápidos y cascadas sin dejar que nada le apartase de su camino. Cuando alcanzó la cima allí estaba la mítica «Puerta del Dragón». Tras cruzarla, mutó en un imponente dragón.
Esta leyenda es una alegoría del empuje y esfuerzo necesarios para superar los obstáculos y lograr el éxito humano en la vida. Yo le añado la figura del guerrero samurai, pues, siempre es más fácil y grato sentirse acompañado en el viaje y no hay nada más bello que conseguir un sueño que haya sido soñado por y para dos.
El Samurai había osado tratar a una noble koi como una carpa común, lanzándole un cebo y arrastrando su cuerpo hasta la orilla con el sedal. Siendo consciente de su error, la devolvió al río y suplicaba su perdón en silencio, bajo el sol abrasador. Los demás pececillos le observaban desde el fondo, desconfiados; pero la gran carpa emergió hasta la superficie.
- Disculpadme Koi, por osar confudiros con una vulgar carpa - Se disculpó el Samurai-. Cuando el sol iluminó vuestras escamas, contemplé la belleza del arcoiris en mis manos. Justo en ese momento fui consciente de vuestro destino.
La Koi le contemplaba en silencio.
- Ahora vuestro deber es remontar el Huang Ho y atravesar La Puerta del Dragón - dijo entristecido-. Admiro vuestra perseverancia.Todos los samurais de periodo Muromachi deseaban vuestra valentía. Yo no soy menos - hizo una pausa-. Proseguid vuestro duro viaje.
El Samurai alargó una mano, posandola sobre la superficie. La koi se acercó a ella, rozandola levemente con sus largos bigotes.
- Yo os envidio a vos, por ser capaz de respirar sin necesidad de estar en el agua - confesó la carpa-. Os envidio por ser capaz de sostener una katana y blandirla contra el mal bajo la luz del sol. Ambos somos guerreros, solo que de mundos diferentes.
La Koi se separó de él y se encaró hacia la cascada.
- Acompañadme hasta La Puerta del Dragón, haced gala de la valentía de un samurai y continuad a mi lado. El destino nos recompensará a ambos.
El Samurai meditó sus palabras. Sabía que en aquellas tierras abundaba el peligro tras cada roca, tras cada árbol. Tal vez las palabras de aquel ser no eran más que un engaño de la sagaz muerte. Aun así, se levantó y recogió su katana con la intención de acompañar a la koi en su viaje sin apartarse jamás de la orilla.
La Koi se dejó llevar por la fuerza de la corriente, se detuvo y nadó con fuerza hacia la casacada. Sus colores volvieron a ella cuando al saltar, el sol acarició sus húmedas escamas. Consiguió llegar a lo alto del salto de agua, exhausta. El samurai, recorría la misma distancia corriendo por la linde del Huang Ho, incansable.
Y así pasaron los largos días, con sus soles y sus lunas. Con la agresividad del agua en contra de la guerrera Koi y las adversidades y sanguinarios asesinos, en contra del guerrero Samurai.
Cuando todo parecía perdido, las fuerzas flaqueaban y las mortales heridas del Samurai casi le impedían seguir avanzando, apareció frente a la Koi la gran cascada final: La Puerta del Dragón. Justo en el mismo momento que el pez saltaba para salvar la cascada, el samurai se lanzaba al agua para acabar su vida junto a ella, pues sabía que aquel era el fin destinado para él. Ambos se rozaron en la base de la cascada y atravesaron a un tiempo La Puerta. Sus esencias se fundieron en uno solo: Un solo pensamiento; un solo corazón.
De pronto la calma.
Y fue en aquel preciso instante, cuando un enorme dragón dorado surgió de las aguas, aleteó con fuerza hasta abandonar el Hoang Ho y surcó los cielos, triunfal.
El destino había rencompensado a ambos guerreros con la gloria. Ambos respiraban el aire fragante de la flor del cerezo, convertidos en la criatura dotada con la más suma valentía y coraje de toda China.
Rugió con ímpetu y desapareció entre las nubes.
Cuenta una leyenda ancestral china que, una carpa que vio la cima de una montaña, decidió alcanzarla. Nadó río arriba, escalando rápidos y cascadas sin dejar que nada le apartase de su camino. Cuando alcanzó la cima allí estaba la mítica «Puerta del Dragón». Tras cruzarla, mutó en un imponente dragón.
Esta leyenda es una alegoría del empuje y esfuerzo necesarios para superar los obstáculos y lograr el éxito humano en la vida. Yo le añado la figura del guerrero samurai, pues, siempre es más fácil y grato sentirse acompañado en el viaje y no hay nada más bello que conseguir un sueño que haya sido soñado por y para dos.



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Esto es un mini relato que escribí en su día y me gustaría compartirlo. Aunque no sea nada del otro mundo me gusta la moraleja.
Muy buen relato, hasta me he emocionado un poco con el loco empecinamiento de los dos. Ese luchar contra el mundo en pos de un sueño.
Y los tempos, y los detalles. Preciosista. Este bajar el ritmo de la narración para después elevarlo.
¡Felicidades! Y gracias por compartirlo. Esto debería leerlo más gente.
PD: igual estoy confundido, pero creo que el relato tiene lugar en China y el guerrero que respira es un samurai, propio del mundo feuda japonés.
Jaja... tienes razón, el error de no documentarme demasiado pasa factura, de ahí a que prefiera inventarme marcos nuevos para desarrollar historias.
Gracias por el comentario y por tu tiempo.
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