Recuerdos: 1995
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Exhumando los huesos del pasado
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Y puestos a recordar, reajusto los parámetros de mi delorean, compruebo el condensador de fluzo, arranco y al alcanzar la velocidad de 140 km/h aparezco en el año 1995.
Es una tarde soleada de finales de julio. Todo está muy diferente a la actualidad pero exactamente igual que las imágenes que guardaba en el recuerdo. Me encuentro en un rinconcito de Toledo, en una de las parcelas de una urbanización apartada de los núcleos urbanos. Las chicharras rompen el silencio con obstinación; los rayos del sol calientan la superficie del agua de la piscina; oigo uno de los temas de Duncan Dhu, supongo que será mi prima. De haber ajustado los parámetros para viajar al año 1990 quizá hubiera escuchado la canción de “Chiquilla” de Seguridad Social, coreada por tres voces. Me abría asomado a la casa de abajo y hubiera visto a mi primo, con tupé, cantando a todo trapo, a mi prima, en plena edad del pavo, riendo y a mi misma de su mano, chillando “¡chiquilla!” en cada estribillo. Hubiera visto a mi tío con sus pantalones cortos y sus J.Haiber, de acá para allá. Recuerdo que nunca paraba. Pero si he optado por el año 1995 debe ser por algo en concreto. Supongo que me empeño en cotejar mis recuerdos con aquella realidad lejana. Me muero por volver a verla.
Como no podía ser de otro modo, dejo el delorean junto a la higuera, en el huerto. Nadie bajará allí a estas horas de la tarde. Contemplo las matas de fresas, los cerezos y los albaricoqueros. Grandes momentos he pasado pisando la mullida tierra del rincón más apartado de la casa. No me hubiera extrañado ver a la pequeña Tammy subida a la higuera con Alba, o buscando gatitos entre las arizónicas como un perro de rastreo. Pero no está, no estoy. Es la hora de la siesta.
De pronto, un matiz en la enervante serenata de las chicharras me deja sin aliento. Como el contrapunto de la sinfonía del verano, una voz me llama. Una voz dulce y suave pero con energía. Una voz que transmite entusiasmo.
- ¡Tammy! ¿Nos bañamos?
Me muero de ganas por responderla con un enorme SÍ, pero, ¿qué pensaría si viera a su sobrina con casi veinte años más? ¿Qué pasaría si la pequeña Tammy me viera? Tal vez prefiriera ahogarse en la piscina antes de verse en lo que me he convertido, en lo que se convertirá diecisiete años después.
Opto por ocultarme y aguardar su llegada.
Como una aparición maravillosa, la veo descender por la escalera del porche de atrás, casi rozando la majestuosidad. A cada peldaño que baja, chancléa con gracia. Lleva en su brazo derecho dos toallas; aún las recuerdo. En la otra una pequeña radio: escucha Onda Cero, “La radio de Julia”. Es una reseña de su herencia Lucas-Torres, siempre con el “arradiete” a cuestas. El bañador oscuro se adapta a sus formas; su cabello, corto y ondulado; su sonrisa, amplía y serena.
- ¡Tammy, ya he cogido yo las toallas! – dice con su voz cantarina.
Todo el que ha vivido La Parcela, debe saber que la manera más eficaz de comunicarnos es a voces. No me hubiera extrañado escuchar a Trini, la vecina de al lado:
- ¡Mari! Esta noche me pagáis el pan de mañana con la partida de chinchón.
- ¡Que te lo crees tú! – habría respondido mi tía entre risas.
De repente la delgaducha niña de los Adams baja como un rayo las escaleras, con una sonrisa de oreja a oreja. Ya lleva puesta su burbuja. De un rojo desteñido, aquella bola de corcho de adhiere a su espalda como un apéndice más haciéndola parecer un coleóptero gigante.
Mi tía se mete en la piscina con cuidado de no mojarse el pelo; lleva sus gafas puestas. Siempre me han hecho gracia esas gafas: eran enormes. Nada despacio, con brazadas largas y marcadas. Se sujeta en el bordillo y espera a la niña que nada como un perrito hacia ella.
- ¡Tía! – dice temerosa de tragar agua-. ¿Jugamos al trasatlántico?
Y allí las contemplo: nadando hacia atrás impulsadas por los pies, jugando a ver quien llega más lejos. Ahora comprendo que ella me dejaba ganar.
Tras un buen rato nadando, salen y mi tía arropa a la niña con la toalla. Y le acerca las chanclas para que no se pinche. Aquellos pequeños gestos en los que tal vez en su día no reparaba, ahora me parecen entrañables. Daría lo que fuera para que mi delorean reventara en este mismo instante obligándome a pasar el resto de mi vida allí, disfrutando de su tiempo, de ella, pero mi futuro me espera y no hay nada peor que hacerle esperar.
Antes de girarme para volver al huerto, las veo comiendo albaricoques tranquilas e inevitablemente envidio a aquella niña que fui y la odio por no haber sido capaz de haber absorbido cada momento con mi tía, por haber perdido tanto el tiempo con historias absurdas de la adolescencia y otros demonios.
En aquella última imagen, veo a aquella gran mujer girar la cabeza hacia a mí. Parece verme, me sonríe y se vuelve hacia su pequeña niña-burbuja. Yo vuelvo sobre mis pasos con un nudo en el estómago, reajusto los parámetros del delorean y regreso a junio del 2012.
Y aquí estoy, escribiendo como cualquier otro día. Sentada frente al ordenador, inventando historias y evocando recuerdos que me impulsan a seguir adelante.
Mi tía, María Antonia Lucas-Torres Losa, siempre me dijo que debía estudiar bellas artes o periodismo. Parecía ver en mí, algo que muy pocos o casi nadie pudo ver a tan corta edad. Era una mujer enorme, una mujer luchadora, una madre, una hermana, una tía, una hija, una amiga de la que todo el mundo estaría y está orgulloso/a. Una guerrera que afrontó una realidad devastadora con una entereza y vitalidad de la que muchos deberíamos aprender, en vez de quejarnos por lo mal que nos van las cosas.
Te echo de menos, tía.
A todas las mujeres y hombres Losa.




8 comments
Buenas,
Un detalle. Sería bueno añadir en tu perfil blogger la dirección del blog, porque sino encontrar el blog se hace muy complicado.
Saludos.
Muchas gracias por el consejo, Igor. Como podrás ver soy muy novata en todo esto. Me lo apunto.
1 abrazo.
Bellisimo.
Fíjate tu que yo creo que todos podríamos recordar momentos tan bellos de nuestra infancia y hacernos eco de ellos!
os animo a ello, Zark!
Un texto muy bonito que incita a apreciar AHORA a las personas que tenemos al lado
Ahora, 17 años después de eso, se sentiría igual de orgullosa que entonces....porque es un orgullo que seas una Losa, que seas mi prima y que hayas sido su sobrina....no desperdiciaste ni un minuto con ella Tamy, ya los has visto, los llevas todos dentro.....Te quiero mucho
Muchas gracias, Prima, por asoMarte a la buhardilla, eres una de las /los imprescindibles . Es cierto que absorbí mucho de ella pero desgraciadamente siento que no lo suficiente, aun así, ella esta en mi y en todos nosotros. Ella y Ellos.
Que siga firme y estoica la losa, como los que estuvieron, los que estamos y los que vendrán.
Te quiero mucho.
Un abrazo.
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