El poeta
El silencio reinaba en el vetusto salón, sólo el crepitar de las llamas de su enorme chimenea y el tictac homicida de gran cuco de pared lo retaban, rompiendo levemente la sensación de que el tiempo no pasaba en aquella olvidada mansión. Y a decir verdad, ya hacía varias décadas que el tiempo se había detenido aunque los mecanismos de los relojes - dispuestos por todos y cada uno de los rincones de aquel gigante de piedra, madera y mármol - mantuvieran su pulso mecánico y desquiciante.
En una esquina de aquella deslucida estancia, sentado sobre un butacón, el poeta contemplaba las llamas hipnotizado con su sinuosa danza. Ataviado con un elegante batín burdeos arremangado hasta los codos, cubriendo su perfecta desnudez, fumaba en pipa con el fin de acabar con aquella molesta sensación de zozobra que le embargaba. Su aspecto era el de un hijo de condes venido a menos por el abuso de ciertas sustancias ilegales. Su largo y descuidado cabello ocultaba ambos lados de su afilado rostro. Mantenía su intensa mirada - de ojos negros y brillantes- fija en el fuego de la chimenea. Cualquier observador algo hábil habría percibido cierta comunicación entre el joven y el ardiente elemento. Sobre su regazo descansaba un montón de hojas repletas de versos desesperados.
- Estos versos soy yo, y yo con ellos - se dijo con cierto tono de amargura-. Que arda la poesía y yo con ella, para así, poder descansar en paz.
Dicho aquello como un extraño epitafio, el poeta arrojó una a una todas las hojas que habían sido su historia al fuego y sus hambrientas llamas redujeron todo a cenizas mientras un dolor punzante se cebaba con su, hace ya tiempo, inexistente alma.
Los relojes de la casa seguían su devenir frenético. Él tan sólo aguardaba el gran momento con las mandíbulas prietas y la mirada ensombrecida. Aguardaba a la Muerte.



1 comment
¡Hola Tamara! una historia muy aciaga, melancólica hasta la médula, epitáfica y capitular, pero muy bien narrada, con tu habitual buen hacer literario. Un saludo
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