Una tarde como otra cualquiera. Sola, como de costumbre, casi por decisión propia, elijo los colores de las paredes y el estampado de las cortinas, desatendido las goteras de siempre. Las viejas humedades que reaparecen como las macabras caras de Velmez en mi -cada vez más escasa - materia gris fluorescente. Este es el título de una entrada vacía, pues, no hay nada más que decir.

2 comments

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ORLANDO TÜNNERMANN 25 de octubre de 2012 a las 7:49

Magistral, en pocas líneas exuda tu pluma un gran talento narrativo. Escribes de maravilla, y eso trasciende al texto en unas mínimas líneas garabateadas. Es un placer leer a gente que sabe volar a través del papel con la maquinaria infatigable de la imaginación. Muy bien descrita toda la escena, que daría para mucho mucho más. Un saludo

Unknown 25 de octubre de 2012 a las 18:33

Gracias Víctor, lo que es un verdadero placer es leer tus comentarios.
No daría para mucho más, es lo que hay sin más, desgraciadamente. Respecto a la imaginación, es el motor de la máquina, el corazón de la bestia, la savia de la vida, si nos la arrebataran... Cómo seguir adelante?
¡Un abrazo!

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